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EL DIARIO digital
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La mayoría de la gente come rápido bien sea por la falta de tiempo o por la costumbre de hacerlo desde pequeños. Sin embargo, hacer esto no siempre es positivo. A pesar de que comamos comida sana y equilibrada, comer rápido puede hacer que aumentemos de peso sin darnos cuenta. De hecho, la evidencia científica indica que comer de modo lento reduce la ingesta de alimentos y de energía, por lo que hacerlo rápido promueve lo contrario.
¿Por qué? Como explica el nutricionista Pablo Ojeda, "cuando comemos rápido comemos con actitud y sensación de ansiedad". Todos, señala, "cuando comemos se activa en el cerebro el instinto primario, esto es una zona del cerebro reptiliano que es el encargado de los instintos primarios". Teniendo en cuenta que "uno de los principales instintos primarios del ser humano es acumular energía, es decir, coger energía para sobrevivir, al comer rápido se activa este instinto y todo lo que comemos lo cogemos y nos lo quedamos".
Por tanto, sí "hay una gran diferencia entre comer rápido y comer lento".
Pero hay más, en el caso de comer lento, "cuando comes lento le das la oportunidad al cuerpo de que aparezca la sensación de saciedad que tarda unos 10-15 minutos en llegar a tu estómago", lo que hace que comamos mucho menos.
Técnicas que funcionan para comer menos
El estudio Efecto de las técnicas y estrategias de modificación de la velocidad al comer sobre la ingesta de alimentos o energía: revisión sistemática y metaanálisis, publicado en la revista Nutrición Hospitalaria, señala que comer rápidamente tiene una base genética que aumenta el riesgo de factores conductuales para el aumento de peso, y este es un rasgo caracterizado como hereditario que se mantiene estable en el tiempo.
Además, según los autores, cuando un individuo come rápidamente en una ocasión, es posible predecir que también comerá de modo rápido y con una ingesta elevada en comidas posteriores, independientemente de las diferencias de composición corporal.
Para llegar a esta conclusión, los autores realizaron una revisión sistemática de 15 estudios de seres humanos y un metaanálisis de 7 estudios con 11 manipulaciones experimentales y 1 observacional. Se incluyeron únicamente los resultados de dos condiciones, "lenta" vs. "rápida", de la velocidad al comer y la ingesta. De este análisis, los investigadores concluyeron que, efectivamente, comer de modo lento es un factor de protección frente a la ingesta excesiva.
Pero los que comen deprisa no tienen por qué preocuparse porque se puede cambiar. En este mismo estudio los autores también analizaron si el cambio en la forma de comer podría tener efectos en la velocidad y la respuesta es sí. Al margen de factores genéticos o de hábitos instaurados, esta conducta se puede modificar de forma sencilla con una serie de cambios a la hora de comer.
Estas estrategias modifican la velocidad al comer y disminuyen la ingesta de alimentos o energía:
-Comer bocados pequeños con una cuchara pequeña
-Servir la comida en platos separados
-Usar un tenedor con retroalimentación vibrotáctil
-Comer alimentos de textura dura son las técnicas.