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EL DIARIO digital
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Saber cuándo reemplazar un teléfono móvil, una computadora o una tableta no siempre es una decisión sencilla. Más allá de la apariencia externa o de la velocidad con que salen nuevos modelos al mercado, existen criterios técnicos que permiten determinar si un dispositivo sigue siendo funcional o si ya no cumple con los requisitos mínimos para un uso seguro y eficiente.
Un dispositivo no necesariamente se vuelve obsoleto porque aparece una versión más reciente. Lo que determina su vigencia, en términos técnicos, es la capacidad para seguir recibiendo actualizaciones de seguridad, operar con aplicaciones actuales y rendir
Los dispositivos sin actualizaciones de software representan un riesgo de seguridad considerable, ya que no cuentan con parches que corrijan vulnerabilidades conocidas. Esto los hace más propensos a ser utilizados como puerta de entrada para programas maliciosos, especialmente si el sistema operativo ya no es compatible con el fabricante.
Los sistemas operativos suelen tener una vida útil definida. Microsoft, por ejemplo, dejó de brindar soporte técnico a Windows 8.1 en enero de 2023. Apple, por su parte, solo garantiza soporte para versiones recientes de iOS, y dispositivos más antiguos como el iPhone 6 ya no pueden recibir las últimas actualizaciones.
En Android, los fabricantes definen el periodo de soporte, que puede variar entre dos y cinco años, dependiendo de la marca y el modelo.
Además de la falta de actualizaciones, existen otras señales que indican que un dispositivo podría estar llegando al final de su vida útil.
Una de las más frecuentes es la pérdida de compatibilidad con aplicaciones esenciales, como navegadores web, plataformas bancarias o herramientas de comunicación. En estos casos, aunque el dispositivo aún encienda y funcione, su uso se ve limitado por problemas de compatibilidad.
Otro factor relevante es la disminución sostenida del rendimiento. Cuando un equipo tarda varios minutos en abrir programas, muestra errores frecuentes o se reinicia sin razón aparente, puede tratarse de un deterioro del hardware.
La memoria RAM, el almacenamiento interno y la batería son componentes que se degradan con el tiempo, especialmente si el dispositivo ha superado los cuatro o cinco años de uso continuo.
Sin embargo, la obsolescencia no implica necesariamente reemplazo inmediato. En muchos casos, es posible extender la vida útil de un dispositivo mediante ciertas medidas.
Entre ellas, destacan la restauración de fábrica, el cambio de batería, la ampliación de la memoria (cuando es posible) o la instalación de sistemas operativos alternativos de código abierto en dispositivos Android antiguos, siempre que el usuario tenga conocimientos técnicos suficientes.
En el caso de las computadoras, existen distribuciones ligeras de Linux diseñadas para funcionar en equipos con menos recursos, lo que permite seguir utilizando dispositivos que ya no son compatibles con versiones actuales de Windows o macOS.
No obstante, estas soluciones no siempre son viables para todos los usuarios, especialmente si requieren programas específicos que solo funcionan en ciertos sistemas operativos.
Antes de tomar la decisión de adquirir un nuevo dispositivo, es recomendable evaluar tres aspectos principales: si el sistema operativo sigue recibiendo actualizaciones de seguridad, si el equipo es compatible con las aplicaciones que se usan habitualmente, y si el rendimiento permite un uso normal sin interrupciones constantes.
La obsolescencia no siempre es sinónimo de inutilidad. Pero si un dispositivo ya no puede actualizarse, no admite las aplicaciones necesarias o presenta fallos frecuentes que afectan su uso cotidiano, podría ser momento de considerar su reemplazo.
No existe un único criterio para declarar un dispositivo como obsoleto. La decisión debe basarse en el uso que se le da, el riesgo que representa no actualizarlo y la posibilidad de seguir usándolo sin comprometer datos personales ni funcionalidad básica.