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Europa pierde la pulseada por los transgénicos: ¿Repetirá la historia con "la huella de carbono"? 

Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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Hace dos décadas, la Comunidad Europea (CE) adoptó una postura firme en contra de los cultivos transgénicos, argumentando preocupaciones ambientales, de salud y de soberanía alimentaria. Sin embargo, con el tiempo, estas posiciones se suavizaron ante la necesidad de alimentar a una población creciente, reducir el uso de agroquímicos, y mantener la competitividad de la agricultura europea frente a mercados globales. 

En la columna de hoy compararemos esa situación con la actual exigencia de la huella de carbono en la producción agropecuaria, argumentando que, al igual que con los transgénicos, la imposición de estas medidas se desinflará con el tiempo y quedará relegada a nichos específicos del mercado.

La realidad es que ninguna persona física o jurídica que resulte afectado por las nuevas medidas tomas por la CE las apoya. La negativa no obedece a caprichos personales sino más bien a evidencia científica y al propio sentido común. Es frustrante ver como burócratas, con una fuerte dosis de falta de coraje, disfrazados de innovadores y ambientalistas, se calzan esta casaca de la huella de carbono, escudándose en argumentos sofistas del cuidado del ambiente, que no tienen otro camino que el fracaso.

Imaginemos por un momento cuanto mayor sería la pobreza y el sufrimiento del pueblo argentino si no se hubiese aprobado inmediatamente, tal cual se hizo, el uso de la soja transgénica en la Argentina. ¿Cuánto hubiese sido el tiempo perdido?, ¿Cuánta radiación despilfarrada que ya no podría ser recuperada? 

Obviamente la expansión de la frontera agrícola no has sido gratuita desde el punto de vista ambiental, pero sin duda ha tenido un claro sesgo positivo para la sociedad argentina en su conjunto. Por ello, no debemos permitir que nos arreen hacia una resolución comercial extranjera, que resulta ser un torpedo a la línea de flotación de la matriz agroindustrial y energética de nuestra patria. 

Evolución de la postura europea frente a los cultivos transgénicos

En la década de 1990 y principios de 2000, la Comunidad Europea impuso restricciones drásticas a la importación y cultivo de organismos genéticamente modificados (OGM). Los argumentos en contra de los transgénicos se centraban en los posibles riesgos para la salud humana, la biodiversidad, y el temor a que los agricultores europeos se volvieran dependientes de las grandes corporaciones biotecnológicas.

Sin embargo, con el tiempo, varios países europeos han suavizado su postura frente a los transgénicos, permitiendo su cultivo e importación bajo regulaciones estrictas. Esto se debió a varios factores:

-Evidencia científica: Numerosos estudios mostraron que los transgénicos no representaban los riesgos inicialmente temidos y que, en muchos casos, podían reducir el uso de defensivos agrícolas y aumentar la eficiencia agrícola.

-Competitividad global: Europa se dio cuenta de que sus agricultores estaban quedando en desventaja frente a productores de otras regiones que adoptaban tecnologías transgénicas.

-Presiones económicas: La demanda global de productos agrícolas transgénicos y la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria obligaron a la Comunidad Europea a reconsiderar su postura.

La huella de carbono como barrera para-arancelaria

Hoy en día, la huella de carbono se ha convertido en una nueva exigencia impuesta por muchos países europeos, justificando que es una medida para mitigar el cambio climático. Sin embargo, esta exigencia actúa más como una barrera para-arancelaria que como una herramienta efectiva para la gestión ambiental. Hay varios argumentos que apoyan esta visión:

-Medición inconsistente: La huella de carbono varía significativamente según los métodos de cálculo utilizados, lo que hace que su aplicación sea inconsistente y arbitraria.

-Impacto limitado: La huella de carbono no aborda otros aspectos críticos de la sostenibilidad, como la biodiversidad, el uso del agua, y la salud del suelo, por lo que no garantiza una mejora integral en la gestión ambiental.

-Costos desproporcionados: Para los productores, especialmente en países en desarrollo, la implementación de medidas para reducir la huella de carbono puede ser extremadamente costosa y difícil de lograr.

-Desigualdad competitiva: La huella de carbono puede ser utilizada como un pretexto para justificar barreras comerciales que perjudican a los productores de países fuera de Europa, lo que genera desigualdad en los mercados internacionales.

Perspectivas para Argentina y el sector agropecuario

Al igual que con los transgénicos, es probable que la exigencia por la huella de carbono pierda fuerza con el tiempo y termine como un nicho de mercado específico, en lugar de una norma generalizada. Argentina, con su capacidad de producir de manera eficiente y sostenible, podría encontrar oportunidades en este nicho, pero no conviene que se generalice la exigencia de la huella de carbono para todo el sector agropecuario debido a varios peligros:

-Pérdida de competitividad: Imponer restricciones de huella de carbono podría reducir la competitividad de los productos agropecuarios argentinos en mercados globales, especialmente si otros países no adoptan las mismas medidas.

-Dependencia tecnológica: Al igual que ocurrió con los transgénicos, la imposición de normas estrictas podría forzar a los productores a depender de tecnologías costosas para reducir su huella de carbono, aumentando los costos de producción.

-Desviación de recursos: En lugar de invertir en mejoras tangibles en la gestión ambiental, los productores podrían verse obligados a destinar recursos a cumplir con normativas burocráticas que tienen un impacto ambiental limitado.

En conclusión, la historia reciente demuestra que las posturas rígidas pueden cambiar cuando la realidad económica, científica y competitiva se impone. Es probable que la exigencia de la huella de carbono, al igual que las restricciones a los transgénicos, se transforme en una barrera para-arancelaria que, con el tiempo, perderá relevancia. Argentina debe estar preparada para adaptarse a estas tendencias sin comprometer la competitividad y sostenibilidad de su sector agropecuario

(*) Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP

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