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Trigo 2025: cultivo estrella en un laberinto económico

Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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El sector agropecuario argentino se prepara para enfrentar uno de los ciclos de cosecha fina más desafiantes, y a la vez prometedores, de los últimos años. El trigo, como cultivo insignia de la campaña invernal en La Pampa, se posiciona en el centro de las decisiones estratégicas del productor, quien debe analizar con rigurosidad técnica y financiera cada variable antes de sembrar.

A primera vista, los elementos productivos y de mercado ofrecen señales alentadoras: se registra una condición de humedad óptima en los perfiles del suelo en vastas regiones trigueras del país (La Pampa incluida), consecuencia de una campaña gruesa que terminó con lluvias generosas. A su vez, los pronósticos climáticos de cara al invierno 2025 muestran una probabilidad estadísticamente significativa de mantener condiciones favorables para el desarrollo fenológico del cultivo. 

Como si esto fuera poco, los mercados internacionales proyectan un precio sostenido para el trigo argentino, tanto por una demanda global sostenida como por restricciones productivas en otras regiones competidoras (particularmente Ucrania, parte de Europa del Este y zonas afectadas por sequías en EE. UU.).

Sin embargo, este entorno positivo contrasta con un contexto macroeconómico interno que impone severas restricciones a la rentabilidad esperada. La Argentina atraviesa una fase de desinflación acompañada de apreciación real del tipo de cambio, lo cual genera un "dólar bajando" en términos relativos, es decir, un encarecimiento de los costos medidos en moneda dura con una inercia inflacionaria difícil de detener, y más aún de revertir a la baja. Simultáneamente, se verifican aumentos en los costos internos, particularmente insumos, combustibles, repuestos y servicios logísticos, expresados en pesos, lo cual tensiona la ecuación económica de cualquier modelo productivo, pero especialmente del trigo, cultivo que se juega su rentabilidad en márgenes finos.

A esto se suma la persistente carga fiscal derivada de los derechos de exportación (DEX), que en el caso del trigo continúan proyectando un 12% sobre el valor FOB estimado a cosecha. Este recorte directo a la facturación neta del productor representa una transferencia de ingreso que, lejos de compensarse con incentivos productivos o crediticios, se profundiza en un escenario donde las tasas de financiamiento superan el 40% anual en pesos.

En este escenario de tasas reales positivas, las decisiones de inversión en insumos y tecnología para trigo compiten directamente con alternativas de colocación financiera. Mientras que un plazo fijo bancario ofrece un 37% anual sin retenciones ni riesgos operativos, sembrar trigo implica asumir riesgo climático, riesgo de precio, riesgo político (por cambios fiscales posibles) y, además, carga tributaria adicional por exportar. Esto introduce una distorsión severa en los incentivos para producir.

Dentro de las estrategias para enfrentar con éxito este escenario podemos mencionar cinco:

1. Gestión profesional de costos y márgenes. La elaboración de un presupuesto detallado por lote es fundamental. No alcanza con estimar rindes promedio o precios proyectados: es necesario calcular costos de implantación, protección y cosecha, considerando tanto los valores actuales como posibles escenarios de suba. La comparación entre costos directos y precio neto estimado (descontando retenciones, fletes y comisiones) permitirá definir el punto de equilibrio productivo. Este ejercicio es el primer filtro para decidir si avanzar, qué superficie asignar y con qué tecnología.

2. Acceso a financiamiento en condiciones razonables. La tasa nominal del 40% anual en pesos es, en muchos casos, confiscatoria para la actividad agrícola. Por eso, se recomienda explorar herramientas de financiamiento alternativas: canjes de insumos con acopio o cooperativas, prefinanciación comercial con tarjetas rurales, contratos forward con entrega futura, o el uso de SGR para mejorar condiciones crediticias. La clave es evitar el endeudamiento bancario directo a tasas de mercado, o utilizarlo solo para montos muy estratégicos con recupero asegurado.

3. Coberturas de precio y tipo de cambio. El productor que proyecta buena producción debe proteger su margen. Para ello, puede usar instrumentos de mercado como futuros y opciones (MATBA-ROFEX) que aseguren un precio mínimo o un tipo de cambio determinado. La volatilidad global y las intervenciones locales vuelven imprescindible la cobertura como herramienta de gestión de riesgo. También es conveniente analizar la venta anticipada de una porción del trigo mediante forwards, aprovechando la firmeza del mercado internacional.

4. Alianzas estratégicas y contratos asociativos. En un contexto donde el acceso al capital es limitado, asociarse puede ser una salida virtuosa. Las figuras de pooles de siembra, aparcerías o convenios con contratistas permiten distribuir riesgo, compartir infraestructura y acceder a escalas de compra o servicios que reducen los costos por unidad producida. Esta lógica colaborativa es especialmente útil para pequeños y medianos productores que desean participar sin comprometer liquidez en exceso.

5. Diversificación y racionalización del planteo. No es necesario apostar todo al trigo. Una planificación mixta, con participación de cultivos de cobertura, cebada o leguminosas de invierno, puede mejorar la estructura financiera y física del sistema. En zonas marginales o con mayores costos logísticos, puede optarse por una cobertura agronómica sin cosecha comercial, priorizando fertilidad, control de malezas y disponibilidad de agua para la gruesa. El trigo debe ser parte de una rotación racional, no un monocultivo salvador.

En conclusión, la idea es aprovechar el año sin dejarse atrapar. La campaña de trigo 2025 ofrece condiciones agronómicas y de mercado extraordinarias, pero el contexto macroeconómico impone una serie de decisiones racionales, técnicas y financieras que el productor no puede postergar. Sembrar sin analizar, o financiarse sin calcular, puede implicar un resultado negativo incluso con un rinde récord.

La clave para enfrentar esta campaña será actuar con profesionalismo, objetividad y visión estratégica. En el mundo globalizado y financieramente sofisticado del agro moderno, no alcanza con tener buena tierra y ganas de sembrar. Hay que tener números, herramientas y, sobre todo, decisiones coherentes con el entorno. El trigo sigue siendo el cultivo estrella. Pero en 2025, brillará solo para quienes hayan aprendido a sembrar con el Excel tanto como con la sembradora.

(*) Ingeniero Agrónomo  (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP

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